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CAPÍTULO 74.

EL FRENTE POPULAR HECHURA DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA

 

La idea de un Frente electoral formado por las fuerzas de izquierda, expuesta por Indalecio Prieto en artículos publicados en La Libertad (abril de 1935) había sido apoyada por oradores de diversos matices revolucionarios y ampliada por Azaña en sus discursos de Mestalla, Baracaldo y Comillas. Un frente único y un programa de acción política, aceptado por los componentes de la coalición y apoyado por una mayoría parlamentaria, pedía Azaña. Ese programa debía ser realizado desde el Poder por un Gobierno estricta y netamente republicano. Tal era la condición, convencido Azaña de que la presencia de ministros socialistas crearía tan enormes dificultades, por los compromisos en que aquéllos se verían envueltos, que imposibilitarían toda labor útil. Si la fracción socialista que aceptaba las orientaciones de Prieto se manifestaba favorable a la coalición y aun a participar en el Gobierno, no ocurría lo mismo con el grupo de Largo Caballero, que defraudado por la escasa virtualidad de la anterior alianza con los republicanos, prefería un frente proletario que en caso de triunfo les permitiera una dictadura de clase. Esta diversidad de criterios que minaba la unidad socialista hubiera dado al traste con la conjunción de izquierdas, de no haberse producido un hecho de gran influencia en la marcha de la política española.

Entre los días 23 de julio a 20 de agosto de 1935 se celebra en Moscú el VII Congreso de la Internacional Comunista o Komintern, el máximo acontecimiento del universo rojo, en el que se elaboran las directrices y consignas por las que habrán de guiarse los partidos comunistas. Éstos tienen su razón de ser, ha dicho Max Beloff, «no tanto en la lucha por el comunismo, como en apoyar los esfuerzos de la diplomacia y del ejército rojo». Está reciente el fracaso de las revoluciones en Viena y en España; se hallan en vigor las terribles depuraciones decretadas por Stalin; en su sangriento apogeo la inacabable ola de procesos terroríficos, para eliminar a los dirigentes de oposición antipartido, se suceden las deportaciones en masa... En contraste, Hitler y Mussolini, alcanzan la plenitud de su poder. En este momento, el VII Congreso Internacional, ajeno a cuanto de es­pantoso y abominable sucede en la U. R. S. S., va a estudiar una nueva estrategia para combatir al fascismo como el enemigo más peligroso, no sólo del comunismo, sino de la democracia y de la clase proletaria.

La U. R. S. S. —único país socialista en el mundo— se siente cercada y busca afanosamente expansión. Pone su mirada en Francia, y especialmente en España, país maduro para una nueva experiencia revolucionaria, previa corrección de errores. Los comunistas, con el pretexto de defender la libertad democrática, podrán asociarse a los partidos burgueses para una lucha conjunta, que les permitirá la conquista de posiciones jamás conseguidas hasta entonces.

* * *

El comunismo, poco importante en España, había salido muy favorecido de la revolución de Octubre, y, por artificios de la propaganda, aparecía como primer protagonista de la revuelta en la que sólo fue comparsa. Esta falsa estimación le supuso prestigio y categoría ante el Congreso Internacional, al que acudió con muy numerosa representación. Se autorizó la asistencia, a título de invitados distinguidos a los más significados socialistas que se encontraban refugiados, en la U. R. S. S. al huir de España después de los sucesos de Octubre, y al argentino Victorio Codovila —«el ojo de Moscú en España», le denomina Carlos Baraibar  —, destacado en este país desde 1934 como agente de la Komintern, «que nos ayudó —escribe «La Pasionaria»— enormemente entonces, y después en la superación de nuestras lagunas políticas, en la liquidación de los métodos sectarios de trabajo y en la organización del Partido Comunista, a cuyo desarrollo y actividad en momentos difíciles va unido el nombre y la actividad del camarada Codovila». Delegados de cerca de sesenta países, los hombres más conocidos de los partidos comunistas, participaban en el Congreso. De los delegados españoles destaca Dolores Ibarruri, conocida por La Pasionaria, nacida en Gallarta, pueblecito minero de Vizcaya en 1895. «Soy, dice en El único camino, de pura raza minera. Todos mis parientes, castellanos y vascos, fueron mineros. Mi abuelo materno murió en la mina, aplastado por un bloque de mineral. Mi madre trabajó en la mina, hasta que se casó; mi padre desde los dieciocho años en que dejó el ejército carlista al terminar la última guerra civil hasta que murió a los 67 años. Mineros fueron mis hermanos y minero mi marido.» Al terminar los estudios primarios hace el curso preparatorio para ingreso en el Magisterio propósito que no puede cumplir por falta de recursos. Trabaja en un taller de costuras y durante tres años como sirvienta. La lectura de libros y periódicos en la Casa del Pueblo le despertó una ardiente pasión por el socialis­mo del que pasó al comunismo en 1919. Participa gozosa en la organización de huelgas y motines lo que le vale procesos y cárcel. Ama la turbulencia. Escribe, conspira, inflama a las masas con arengas vitriólicas. En 1931 es nombrada redactora de Mundo Obrero.

«Nosotros, delegados españoles, dijo «La Pasionaria» en su discurso de salutación, traemos a este Congreso la experiencia de la lucha armada, que en varias regiones adquirió el carácter de una insurrección y que ha probado una vez más que la socialdemocracia es incapaz de conducir al proletariado a la victoria, que sólo se puede vencer, como han hecho los trabajadores de Asturias, bajo la bandera del frente único. No se puede asegurar la victoria a la revolución más que con una dirección revolucionaria única.» «Venimos a este Congreso a demostrar con nuestros actos nuestra fidelidad inquebrantable a la Internacional Comunista; hemos considerado siempre un honor tener de jefe al camarada Stalin.» El jefe del partido comunista alemán, Pieck, informó sobre la actividad del Comité Ejecutivo de la Komintern y explicó la nueva táctica aconsejada por la experiencia y a la luz de los errores reconocidos. Con respecto a la lucha revolucionaria en España, acontecimiento al que dedicó buena parte de su discurso, ensalzó a los insurrectos de Asturias y despreció con palabras insultantes a los socialistas mencheviques, porque a su paso por el poder «se entendieron con la burguesía, protegieron a los terratenientes y a la Iglesia y dejaron intacto el antiguo aparato del estado burgués». Atribula los éxitos de los insurrectos asturianos a los comunistas, que habían sabido formar un ejército rojo. Al poner su mirada en el futuro, defendía el partido único del proletariado a escala nacional e internacional «sobre la base de la unidad de programa, de estrategia y de táctica».

El informe sobresaliente del Congreso fue el del búlgaro Jorge Dimitroff, condenado en Alemania por complicidad con los incendiarios del Reichstag, y que al ser indultado se trasladó a Rusia, siendo nombrado Secretario general de la Komintern. A él se debe la iniciativa de los Frentes Populares, y en su informe expuso las directrices para la próxima lucha, sacadas de la experiencia. «Solamente un partido que admita como soporte el sistema democrático puede asegurar la unidad de voluntad y de acción, y llevar al proletariado al triunfo sobre la burguesía, utilizando su misma arma del aparato electoral.» Y añadía: «Estamos dispuestos a colaborar del modo más estrecho con todos los socialdemócratas que sean partidarios del frente único.» Ésta era la primera fase, pues ya reconocía Dimitroff que para la siguiente etapa, la implantación de la dictadura del proletariado, «son necesarios los soviets, que abarcan todas las capas de la clase obrera, las masas de campesinos, sin despertar a los cuales e incorporarlos al frente de lucha revolucionaria no se podrá afianzar el triunfo». Dimitroff denominaba a esta ascensión a la dictadura por la democracia, «táctica del caballo de Troya». El comunismo no comprometía nada esencial al buscar auxiliares y aliados en otros sectores políticos que le ayudaran a encumbrarse hasta las cimas del poder.

El tema del frente único apasionó a cuantos delegados asistieron a las sesiones del Congreso y sobre él versaron la mayoría de los discursos, analizándose las circunstancias de cada país, en orden a las posibilidades de fraguar un Frente Popular contra el fascismo. España atraía con sobresaliente interés la atención del Congreso. Los informes del secretario general Díaz, que se presentaba con el nombre de «García», y de Jesús Hernández, «Ventura», miembro del Comité Central, contribuyen a presentar un partido comunista poderoso e influyente a cuya dirección y actividad atribuyen todas las luchas huelguísticas y de acción revolucionaria, ocurridas en España en los últimos tres años, adornándose con plumas y proezas que no les correspondían. Según el informe hiperbólico de Díaz, todas las acciones más importantes de octubre fueron de inspiración y mando comunista. Fruto de sus campañas de agitación fueron también las amnistías. Tan espectaculares resultados se conseguían con sólo 19.200 afiliados, de los cuales 2.100 se hallaban en las cárceles, cifras dadas al Congreso por el secretario general del partido, el cual recordaba que el año 1932 los afiliados sumaban 800.

De todos los discursos pronunciados en el transcurso del Congreso, destacaron tres de Manuilski , encargado en la Komintern de los asuntos de España. En el primero pronunciado con ocasión del XL aniversario de la muerte de Engels, apoyándose en textos de Lenin, de Marx y de Engels, robustecía la tesis sostenida en el Congreso en favor de un frente único para las luchas decisivas. «A un enemigo más poderoso, decía con palabras de Lenin en «El extremismo, enfermedad infantil del comunismo», sólo se le puede vencer con la más grande tensión de las fuerzas y aprovechando del modo más minucioso, más hábil, todos los resquicios, por pequeñísimos que sean, entre los enemigos, a fin de ganar un aliado de masas, aunque sea temporal, vacilante inconsciente, inseguro, condicional. El que no haya comprendido esto, no ha comprendido ni jota de marxismo, ni, en general, nada de socialismo científico, moderno, civilizado.»

«Es un enorme error, añadía Manuilski, pensar que la revolución puede prepararse y llevarse a cabo sin explotar las contradicciones existentes en el campo del adversario, sin transacciones temporales, parciales, con otras clases y grupos que se hallan en vía de revolución y con sus organizaciones políticas». En su segundo discurso, Manuilski presentaba a los delegados los fantásticos panoramas del «milagro» soviético: «El socialismo ha creado en la U. R. S. S. las condiciones para un desarrollo tal del bienestar material de las masas y de su nivel cultural como no ha podido ni soñarlo ningún país capitalista del mundo.»

Cuando se pronuncian estas palabras, millones de rusos sufren deportación y trabajos forzados, desbordan los presidios de presos políticos y los pelotones de ejecución sumergen a la U. R. S. S. en un baño de sangre. Afirmaba el orador: «Hoy nuestro triunfo está a la vista de todos. Bajo la dirección de Stalin, nuestro partido ha convertido la U. R. S. S. en potente base de la revolución proletaria mundial. Hoy los comunistas deben actuar como los únicos defensores de la verdadera democracia popular, garantizada por el sufragio igual, directo y secreto bajo las condiciones del socialismo y de la dictadura del proletariado.»

Buena parte de su tercer informe lo dedicó Manuilski a analizar la razón del fracaso de las insurrecciones proletarias y con más detalle de la española. Culpaba a los socialistas de lo ocurrido, porque «desde los primeros días de la revolución, en lugar de afianzar las posiciones del proletariado las debilitaron». «Su política no fue la de un partido revolucionario, sino la de un partido que preparaba el triunfo de la contrarrevolución.» «La Internacional Comunista, en presencia de los hechos, ha de cambiar su táctica, aun cuando con ello contradiga sus viejos modos.» «Estamos convencidos de que bajo la presión de las masas un gobierno que haya surgido de un poderoso movimiento de frente único, puede transformarse en frente popular, que debe despejar el camino para el triunfo de la dictadura del proletariado. La táctica puede variar, pero la línea principal de la Internacional Comunista lleva a la revolución proletaria.» «El derrocamiento del poder de la burguesía y la instauración de la dictadura del proletariado es lo fundamental del marxismo.»

Como conclusión, el Congreso declaró que la realización del frente único proletario era la tarea principal inmediata del movimiento obrero internacional, como plataforma de lucha para la victoria de la revolución. Para alcanzar esta finalidad se recomiendan acciones comunes con los partidos socialdemócratas, sindicatos reformistas y otras organizaciones de trabajadores mediante acuerdos de breve o larga duración. José Díaz fue nombrado miembro efectivo del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, y «La Pasionaria», suplente.

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Después del VII Congreso, los partidos comunistas adoptaron como eje de toda su actividad la lucha por el Frente Único Proletario y por el Frente Popular Antifascista. Los acuerdos del Congreso influyeron favorablemente en las relaciones entre el partido comunista y el socialista: En una carta fechada en octubre de 1935, dirigida al periódico Claridad, el partido comunista hizo a la izquierda socialista las siguientes propuestas: 1) Realizar la unidad sindical mediante el ingreso de la Confederación Nacional de Trabajo Unitaria (comunista) en la U. G. T. 2) Desarrollar las Alianzas. 3) Crear el Bloque Popular Antifascista, cuya fuerza dirigente debe ser la clase obrera unida. 4) Marchar hacia la unidad orgánica de los dos partidos, tomando como base de discusión las resoluciones del VII Congreso.» Amplios sectores socialistas acogen favorablemente esas propuestas. «El partido comunista de España, afirma «La Pasionaria» asumió la realización de esta obra histórica con su política de Frente Popular.»

Calvo Sotelo tuvo una visión clara de los efectos del Congreso de Moscú. En él se había acordado constituir en los países capitalistas el frente único antifascista y que el comunismo fuese su promotor. «Las conclusiones del Congreso escribía en Acción Española responden a esa directriz, y, por ello, el comunismo actuará en todo el mundo con sentido completamente distinto del que le caracterizó antes de ahora. El comunismo no luchará contra los partidos burgueses por burgueses, sino por fascistas; y puede aliarse con los partidos antifascistas aunque sean burgueses, mientras hagan antifascismo. De ahí la nueva topografía electoral y política que se está elaborando en España. Esa alianza puede abrir en la Historia española una nueva era de catástrofe.»

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Tras el VII Congreso de la Komintern se celebró en Moscú (7 de octubre) el VI de la Internacional Juvenil Comunista, en el que también el tema español tuvo preferencia sobre cualquier otro. Para las recomendaciones y acuerdos sirvieron los mismos moldes utilizados en el VII Congreso: renuncia a la vieja táctica, fervor democrático, fusión con las organizaciones socialistas y antifascismo como ingrediente principal de la unificación y fundamento de la paz. Uno de los delegados españoles, José Laín, reflejaba sus impresiones del Congreso Juvenil con estas palabras: «Nosotros los jóvenes socialistas de España, hace ya algún tiempo que hemos acordado separarnos de un organismo (la Internacional Socialista Juvenil) que tan mal ha sabido interpretar las necesidades del momento».

Sin perder tiempo el partido comunista español dedicó toda su actividad a poner en práctica las consignas y enseñanzas recibidas en Moscú, encaminadas a la unificación proletaria. En reuniones y Congresos de Juventudes Socialistas, especialmente en el de Ruzafa (1 de septiembre) se planteó el tema de la fusión de juventudes, y obtuvo la adhesión de la mayoría. Favorece mucho la tendencia unificadora la publicación de un informe sobre la posición política de la Comisión Ejecutiva de la Federación Nacional de Juventudes Socialistas, redactado por su presidente, Carlos Hernández Zancajo. En él se fijan «las tareas inmediatas que se presentan hoy a los jóvenes socialistas». Después de criticar los errores del partido socialista durante su participación en el Gobierno con los republicanos, de afirmar que la estructura de la U. G. T. no responde a las exigencias de las circunstancias y de acusar de traidores «a los reformistas Besteiro, Trifón, Saborit, etc.», se hace responsable a la minoría socialista parlamentaria en gran parte de la derrota de octubre, por su actitud incoherente y reformista, en contradicción con la posición revolucionaria del partido. Para los dirigentes de las juventudes socialistas, las Alianzas Obreras, repudiadas por la C. N. T. y al final aceptadas por los comunistas, tras de largas vacilaciones, llegan a ser la fórmula perfecta de la unión proletaria. Eran «el punto de convergencia de todas las organizaciones obreras dispuestas a participar en la lucha armada». «Sus esfuerzos se dedicaron exclusivamente a la constitución de la organización revolucionaria; desde los cuadros armados hasta los Cuerpos de Sanidad y Abastecimiento, todo fue escrupulosamente controlado. Sus esfuerzos económicos y materiales se redujeron por entero a la preparación armada del proletariado.» Fundándose en los resultados de las Alianzas Obreras «allí donde se las ha sabido usar», el informe recomienda: «Nuestra organización militar ha de ser clandestina; ha de tener un trabajo especialísimo y de gran heroicidad. Nuestro ejército rojo, conforme crezca a costa del socavamiento de la fuerza represiva del Estado, ha de ser dirigido por la organización insurreccional. Por consiguiente, al margen de los Sindicatos y de los cuadros políticos, precisamos órganos específicos de lucha... Con una organización sindical y un solo partido revolucionario, necesitamos también los órganos insurreccionales que preparen y realicen la insurrección». Se asigna a las juventudes socialistas la tarea de depurar al partido mediante la eliminación de aquellos reformistas dirigentes «que no han defendido ni defienden una posición claramente revolucionaria». «Nuestro objetivo —se declara en el informe— no es sólo la revolución española, sino la revolución mundial, la dictadura proletaria en todos los países». Las conclusiones se resumen de este modo: «La Federación de Juventudes Socialistas lucharán con denuedo: Por la bolchevización del partido socialista. (Expulsión del reformismo. Eliminación del centrismo de los puestos de dirección. Abandono de la II Internacional). Por la transformación de la estructura del partido en un sentido centralista y con un aparato ilegal. Por la unificación política del proletariado español en el partido socialista. Por la propaganda antimi­litarista. Por la unificación del movimiento sindical. (Ingreso de todas las organizaciones autónomas en la U. G. T. y alianza de ésta con la C. N. T.). Por la derrota de la burguesía y el triunfo de la revolución bajo la forma de dictadura proletaria. Por la reconstrucción del movimiento obrero internacional sobre la base de la revolución rusa. Las Juventudes Socialistas consideran como jefe iniciador de este resurgimiento revolucionario al camarada Largo Caballero». La última parte era una diatriba contra Indalecio Prieto, por su propensión al caudillaje, a «encadenar al partido socialista a los republicanos de por vida» y porque «no es marxista y siempre ha sentido un desprecio absoluto por nuestras doctrinas».

El informe prueba cuán bien dispuesta se hallaba la Juventud Socialista a secundar los acuerdos del VII Congreso de Moscú. Los avances hacia la unificación a partir de entonces serían rápidos y notorios. A una pregunta hecha por Claridad, el periódico de Largo Caballero, a los dirigentes comunistas sobre cómo se interpretarían en España las consignas del Congreso de Moscú, respondió el Comité Central del partido con una extensa explicación (23 de octubre) del camino a seguir y aceptando la dirección del partido socialista. Por todo comentario, Claridad entendía que debía iniciarse el diálogo sin perder un solo momento.

Los comunistas interesados en divulgar las orientaciones y enseñanzas de Moscú celebraron un mitin en el Coliseo Pardiñas de Madrid (3 de noviembre). El secretario general del partido refirió con muchos pormenores la labor del Congreso y sus acuerdos en favor de un bloque popular antifascista, «que no debe ser creado exclusivamente con finalidades y funciones electorales, sino que tiene otras tareas muy esenciales que cumplir».

Se trata de una amplia lucha de masas contra la reacción y el fascismo para poder destruir su base material e influencia política y abrir ancho cauce a un régimen democrático en la senda del poder obrero y campesino. «Nosotros, dijo también, luchamos por la dictadura del proletariado, por los soviets. Lo declaramos paladinamente. Pero en los momentos actuales comprendemos que la lucha está planteada no en el terreno de la dictadura del proletariado, sino en el de la democracia contra el fascismo como objetivo inmediato. Queremos marchar unidos hasta que lleguemos a fundirnos en un solo partido con la izquierda del partido socialista y en especial con su máximo dirigente, el camarada Largo Caballero.» «Como prueba formidable de lo que la unión puede realizar, terminó, ahí tenéis a la U. R. S. S., país magnífico, donde el nivel de vida de los trabajadores es superior a todos los países capitalistas y donde la cultura, la ciencia, el arte y el progreso gozan de la máxima estimación.»

Un paso más, y se llegaba (30 de noviembre) a la unificación sindical. La Confederación General del Trabajo Unitaria, compuesta por los sindicatos sometidos a la disciplina comunista, ingresaban en la U. G. T. El número de sindicatos comunistas era pequeño y su fuerza nada considerable, pero el hecho invitaba a lanzar las campanas al vuelo.

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Esta infección bolchevizante del partido alarmaba y sobrecogía a reformistas y centristas, los cuales maquinaron la manera de desalojar a Largo Caballero de la presidencia del Comité Nacional del Partido Socialista. El pretexto fue la aprobación por mayoría de una propuesta: redactada por Prieto en virtud de la cual la minoría parlamentaria quedaba supeditada a la Comisión Ejecutiva y al Comité Nacional. Largo Caballero consideró el acuerdo como una infracción grave del reglamento de la organización, una habilidad de Prieto para que no se discutieran cuestiones de ideología y táctica más esenciales. El gesto de Largo Caballero tuvo amplio eco en las organizaciones del partido. Con el líder se solidarizaron los compañeros de la Ejecutiva que estaban en la cárcel. La Federación de Juventudes Socialistas en un manifiesto habló de «golpe de Estado en el partido socialista». «La pugna ideológica —decía— ha adquirido caracteres insoslayables. Largo Caballero es el símbolo de la unidad proletaria, de la continuidad histórica de Octubre, de la victoria obrera. La Federación de Juventudes Socialistas se considera libre de toda obligación para con los actuales poderes del partido.»

El partido socialista comenzaba a resquebrajarse. Dimitieron algunos redactores del órgano del partido y directivos de organizaciones manipuladas por los centristas. La masa quería una dirección radical cuanto más extremista mejor.

A Largo Caballero le halagaban los homenajes con que le distinguieron en el VII Congreso, en el que se le proclamó líder grato a Moscú. Los comunistas, dice Araquistáin, «necesitaban un testaferro de prestigio en España, pues en su propio partido no había una figura intelectual, política o sindical destacada».

Esta aureola soviética le comprometía y obligaba a avanzar por las sendas eruptivas del radicalismo. Largo Caballero sin haber aceptado la disciplina de Moscú, procedía como subordinado de Stalin y agente incondicional del Kremlin. Por otra parte, ejercían influencia decisiva sobre él Luis Araquistáin, director del periódico Claridad, Carlos Baraibar y Álvarez del Vayo. El primero era por entonces un teórico del comunismo y Vayo, su cuñado, agente de Moscú incrustado en el partido socialista.

Largo Caballero, en su primera presentación ante el público después de los sucesos de Octubre y de su paso por la cárcel, proclama su identificación con los acuerdos del VII Congreso de la Internacional Comunista y con las líneas fundamentales de la doctrina de Moscú. Señala a las masas socialistas el camino de la violencia para llegar a la meta deseada de la dictadura del proletariado. El acto se celebró en el cine Europa (12 de enero, 1935) y el discurso fue inflamada arenga electoral y orden de movilización para la guerra. «Yo no estoy, comenzó, arrepentido de nada, absolutamente de nada. Declaro paladinamente que antes de la República nuestro deber era traer la República; pero establecido este régimen, nuestro deber es traer el socialismo. Y cuando hablamos de socialismo, no nos hemos de limitar a hablar de socialismo a secas. Hay que hablar de socialismo marxista, de socialismo revolucionario. Hay que ser marxista y serlo con todas sus consecuencias. La República burguesa hay que transformarla en República socialista. A eso no renunciamos.»

«A nadie puede sorprender que en la próxima lucha electoral la clase trabajadora vaya en alianza con los republicanos de izquierda, pero quede bien aclarado aquí que nosotros no hipotecamos nuestra ideología ni nuestra libertad de acción para el porvenir. No creo que nadie nos lo exija. Vamos a la lucha en coalición con los republicanos con un programa que no nos satisface. Pero hay que defenderse como las circunstancias nos lo permitan. Ahora es necesario ir todos unidos. Hay que conseguir la amnistía, aunque tengo la convicción de que si las izquierdas no triunfan en las elecciones, la clase trabajadora sabrá imponer la concesión de la amnistía, al Gobierno que venga, sea el que sea.»

«Nosotros, los trabajadores, tenemos una misión que cumplir, y el mejor modo de cumplirla es por la unificación del proletariado. Hay que lograr la unidad sindical, que no puede limitarse al panorama nacional, sino también al internacional... Si la C. N. T. no toma parte en las elecciones, habrá dejado de prestar un gran servicio a la clase obrera.»

«Tenemos la obligación de ir decididamente a la lucha. No desmayéis porque en el programa electoral pactado con fuerzas afines no veáis puntos esenciales... Después del triunfo, y libres de toda clase de compromisos, tendremos ocasión de decir que nosotros seguimos nuestro camino sin interrupción, y el logro de nuestros ideales no lo puede impedir nadie, por mucha fuerza que haya en manos de la clase capitalista: por muchos cañones, y por muchas ametralladoras y muchos fusiles que tenga. La clase trabajadora sabrá aprovechar el momento más oportuno para imponer la victoria marxista.»

La muchedumbre vibró de entusiasmo revolucionario y vitoreó con frenesí al «Lenin español», denominación que enorgullecía a Largo Caballero. «Las masas socialistas, en particular la pujante y numerosísima juventud arrollaba a sus cuadros directivos y se mostraba resuelta a no aceptar dentro del partido otra cabeza que aquella que aprobase su entusiasmo revolucionario». Pocos días después (23 de enero), Largo Caballero declaraba en Linares: «No basta con decir que se es socialista. Nuestro principal maestro, el fundador del socialismo científico, para diferenciarse de los socialistas utópicos tuvo que llamarse comunista... Lo fundamental, la conquista del Poder, no puede hacerse por la democracia burguesa.»

 

CAPÍTULO 75

FURIOSA PROPAGANDA ELECTORAL

LAS FUERZAS REVOLUCIONARIAS SE UNEN EN UN FRENTE POPULAR. — SÁNCHEZ ROMÁN, PRINCIPAL REDACTOR DEL MANIFIESTO, SE NIEGA A SUSCRIBIRLO. — LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE, BANDERA ELECTORAL DE LAS IZQUIERDAS. — LA AMNISTÍA, BASE DE LA COALICIÓN. — «CUANDO NOS LANCEMOS POR SEGUNDA VEZ A LA CALLE, QUE NO NOS HABLEN DE GENEROSIDAD» (LARGO CABALLERO). — LOS SINDICALISTAS, DISPUESTOS A VOTAR. — MANIFIESTO DEL GOBIERNO: «LAS ELECCIONES DECIDIRÁN SI HEMOS DE CAER EN LA GUERRA CIVIL O EN LA REVOLUCIÓN ROJA». — LA PROPAGANDA MÁS INTENSA Y ESPECTACULAR LA REALIZA LA C. E. D. A. — EN ALGUNOS DISTRITOS VAN COALIGADOS CEDISTAS CON RADICALES, E INCLUSO CON MONÁRQUICOS. — «VAMOS HACIA UN TRIUNFO ARROLLADOR Y APLASTANTE», PRONOSTICA «EL DEBATE». — «ESPAÑA SE VA A JUGAR A UNA CARTA, Y CON BARAJA MARCADA POR EL BANQUERO, TODO LO QUE HA SIDO Y LO QUE PUEDE SER» (CALVO SOTELO). — EN CATALUÑA LUCHAN COALIGADAS LAS FUERZAS DE LA REVOLUCIÓN CONTRA EL «FRENTE CATALÁN DE ORDEN». — DISCURSO DE GIL ROBLES RETRANSMITIDO A MÁS DE CUATROCIENTAS SALAS DE ESPECTÁCULOS ABARROTADAS DE PÚBLICO. — «EL MIEDO, O, MEJOR, EL PÁNICO, DA TONO AL AMBIENTE. TODO EL MUNDO PIDE LICENCIA DE ARMAS», DICE EL DIRECTOR GENERAL DE SEGURIDAD.