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CAPÍTULO 74. EL FRENTE POPULAR HECHURA DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA
La idea
de un Frente electoral formado por las fuerzas de izquierda, expuesta por
Indalecio Prieto en artículos publicados en La Libertad (abril de 1935) había
sido apoyada por oradores de diversos matices revolucionarios y ampliada por
Azaña en sus discursos de Mestalla, Baracaldo y Comillas. Un frente único y un
programa de acción política, aceptado por los componentes de la coalición y
apoyado por una mayoría parlamentaria, pedía Azaña. Ese programa debía ser
realizado desde el Poder por un Gobierno estricta y netamente republicano. Tal
era la condición, convencido Azaña de que la presencia de ministros
socialistas crearía tan enormes dificultades, por los compromisos en que
aquéllos se verían envueltos, que imposibilitarían toda labor útil. Si la
fracción socialista que aceptaba las orientaciones de Prieto se manifestaba
favorable a la coalición y aun a participar en el Gobierno, no ocurría lo mismo
con el grupo de Largo Caballero, que defraudado por la escasa virtualidad de la
anterior alianza con los republicanos, prefería un frente proletario que en
caso de triunfo les permitiera una dictadura de clase. Esta diversidad de
criterios que minaba la unidad socialista hubiera dado al traste con la
conjunción de izquierdas, de no haberse producido un hecho de gran influencia
en la marcha de la política española.
Entre los
días 23 de julio a 20 de agosto de 1935 se celebra en Moscú el VII Congreso de
la Internacional Comunista o Komintern, el máximo acontecimiento del universo
rojo, en el que se elaboran las directrices y consignas por las que habrán de
guiarse los partidos comunistas. Éstos tienen su razón de ser, ha dicho Max Beloff, «no tanto en la lucha por el comunismo, como en
apoyar los esfuerzos de la diplomacia y del ejército rojo». Está reciente el
fracaso de las revoluciones en Viena y en España; se hallan en vigor las
terribles depuraciones decretadas por Stalin; en su sangriento apogeo la
inacabable ola de procesos terroríficos, para eliminar a los dirigentes de
oposición antipartido, se suceden las deportaciones
en masa... En contraste, Hitler y Mussolini, alcanzan la plenitud de su poder.
En este momento, el VII Congreso Internacional, ajeno a cuanto de espantoso y
abominable sucede en la U. R. S. S., va a estudiar una nueva estrategia para
combatir al fascismo como el enemigo más peligroso, no sólo del comunismo, sino
de la democracia y de la clase proletaria.
La U. R.
S. S. —único país socialista en el mundo— se siente cercada y busca
afanosamente expansión. Pone su mirada en Francia, y especialmente en España,
país maduro para una nueva experiencia revolucionaria, previa corrección de
errores. Los comunistas, con el pretexto de defender la libertad democrática,
podrán asociarse a los partidos burgueses para una lucha conjunta, que les
permitirá la conquista de posiciones jamás conseguidas hasta entonces.
* * *
El
comunismo, poco importante en España, había salido muy favorecido de la
revolución de Octubre, y, por artificios de la propaganda, aparecía como
primer protagonista de la revuelta en la que sólo fue comparsa. Esta falsa
estimación le supuso prestigio y categoría ante el Congreso Internacional, al
que acudió con muy numerosa representación. Se autorizó la asistencia, a título
de invitados distinguidos a los más significados socialistas que se
encontraban refugiados, en la U. R. S. S. al huir de España después de los
sucesos de Octubre, y al argentino Victorio Codovila —«el ojo de Moscú en España», le denomina Carlos Baraibar —, destacado en este país desde 1934 como
agente de la Komintern, «que nos ayudó —escribe «La Pasionaria»— enormemente
entonces, y después en la superación de nuestras lagunas políticas, en la
liquidación de los métodos sectarios de trabajo y en la organización del
Partido Comunista, a cuyo desarrollo y actividad en momentos difíciles va unido
el nombre y la actividad del camarada Codovila».
Delegados de cerca de sesenta países, los hombres más conocidos de los partidos
comunistas, participaban en el Congreso. De los delegados españoles destaca
Dolores Ibarruri, conocida por La Pasionaria, nacida
en Gallarta, pueblecito minero de Vizcaya en 1895.
«Soy, dice en El único camino,
de pura raza minera. Todos mis parientes, castellanos y vascos, fueron mineros.
Mi abuelo materno murió en la mina, aplastado por un bloque de mineral. Mi
madre trabajó en la mina, hasta que se casó; mi padre desde los dieciocho años
en que dejó el ejército carlista al terminar la última guerra civil hasta que
murió a los 67 años. Mineros fueron mis hermanos y minero mi marido.» Al
terminar los estudios primarios hace el curso preparatorio para ingreso en el
Magisterio propósito que no puede cumplir por falta de recursos. Trabaja en un
taller de costuras y durante tres años como sirvienta. La lectura de libros y
periódicos en la Casa del Pueblo le despertó una ardiente pasión por el
socialismo del que pasó al comunismo en 1919. Participa gozosa en la organización
de huelgas y motines lo que le vale procesos y cárcel. Ama la turbulencia.
Escribe, conspira, inflama a las masas con arengas vitriólicas. En 1931 es
nombrada redactora de Mundo Obrero.
«Nosotros,
delegados españoles, dijo «La Pasionaria» en su discurso de salutación, traemos
a este Congreso la experiencia de la lucha armada, que en varias regiones
adquirió el carácter de una insurrección y que ha probado una vez más que la
socialdemocracia es incapaz de conducir al proletariado a la victoria, que sólo
se puede vencer, como han hecho los trabajadores de Asturias, bajo la bandera
del frente único. No se puede asegurar la victoria a la revolución más que con
una dirección
El
informe sobresaliente del Congreso fue el del búlgaro Jorge Dimitroff,
condenado en Alemania por complicidad con los incendiarios del Reichstag, y que
al ser indultado se trasladó a Rusia, siendo nombrado Secretario general de la
Komintern. A él se debe la iniciativa de los Frentes Populares, y en su informe
expuso las directrices para la próxima lucha, sacadas de la experiencia.
«Solamente un partido que admita como soporte el sistema democrático puede
asegurar la unidad de voluntad y de acción, y llevar al proletariado al triunfo
sobre la burguesía, utilizando su misma arma del aparato electoral.» Y añadía:
«Estamos dispuestos a colaborar del modo más estrecho con todos los
socialdemócratas que sean partidarios del frente único.» Ésta era la primera
fase, pues ya reconocía Dimitroff que para la
siguiente etapa, la implantación de la dictadura del proletariado, «son
necesarios los soviets, que abarcan todas las capas de la clase obrera, las
masas de campesinos, sin despertar a los cuales e incorporarlos al frente de
lucha revolucionaria no se podrá afianzar el triunfo». Dimitroff denominaba a esta ascensión a la dictadura por la democracia, «táctica del
caballo de Troya». El comunismo no comprometía nada esencial al buscar
auxiliares y aliados en otros sectores políticos que le ayudaran a encumbrarse
hasta las cimas del poder.
El tema
del frente único apasionó a cuantos delegados asistieron a las sesiones del
Congreso y sobre él versaron la mayoría de los discursos, analizándose las
circunstancias de cada país, en orden a las posibilidades de fraguar un Frente
Popular contra el fascismo. España atraía con sobresaliente interés la atención
del Congreso. Los informes del secretario general Díaz, que se presentaba con
el nombre de «García», y de Jesús Hernández, «Ventura», miembro del Comité
Central,
contribuyen a presentar un partido comunista poderoso e influyente a cuya
dirección y actividad atribuyen todas las luchas huelguísticas y de acción
revolucionaria, ocurridas en España en los últimos tres años, adornándose con
plumas y proezas que no les correspondían. Según el informe hiperbólico
de Díaz, todas las acciones más importantes de octubre fueron de inspiración y
mando comunista. Fruto de sus campañas de agitación fueron también las
amnistías. Tan espectaculares resultados se conseguían con sólo 19.200 afiliados,
de los cuales 2.100 se hallaban en las cárceles, cifras dadas al Congreso por
el secretario general del partido, el cual recordaba que el año 1932 los
afiliados sumaban 800.
De todos
los discursos pronunciados en el transcurso del Congreso, destacaron tres de Manuilski ,
encargado en la Komintern de los asuntos de España. En el primero pronunciado con
ocasión del XL aniversario de la muerte de Engels, apoyándose en textos de
Lenin, de Marx y de Engels, robustecía la tesis sostenida en el Congreso en
favor de un frente único para las luchas decisivas. «A un enemigo más poderoso,
decía con palabras de Lenin en «El extremismo, enfermedad infantil del
comunismo», sólo se le puede vencer con la más grande tensión de las fuerzas y
aprovechando del modo más minucioso, más hábil, todos los resquicios, por
pequeñísimos que sean, entre los enemigos, a fin de ganar un aliado de masas,
aunque sea temporal, vacilante inconsciente, inseguro, condicional. El que no
haya comprendido esto, no ha comprendido ni jota de marxismo, ni, en general,
nada de socialismo científico, moderno, civilizado.»
«Es un
enorme error, añadía Manuilski, pensar que la
revolución puede prepararse y llevarse a cabo sin explotar las contradicciones
existentes en el campo del adversario, sin transacciones temporales, parciales,
con otras clases y grupos que se hallan en vía de revolución y con sus organizaciones
políticas». En su segundo discurso, Manuilski presentaba a los delegados los fantásticos panoramas del «milagro» soviético:
«El socialismo ha creado en la U. R. S. S. las condiciones para un desarrollo
tal del bienestar material de las masas y de su nivel cultural como no ha
podido ni soñarlo ningún país capitalista del mundo.»
Cuando se
pronuncian estas palabras, millones de rusos sufren deportación y trabajos
forzados, desbordan los presidios de presos políticos y los pelotones de
ejecución sumergen a la U. R. S. S. en un baño de sangre. Afirmaba el orador:
«Hoy nuestro triunfo está a la vista de todos. Bajo la dirección de Stalin,
nuestro partido ha convertido la U. R. S. S. en potente base de la revolución
proletaria mundial. Hoy los comunistas deben actuar como los únicos defensores
de la verdadera democracia popular, garantizada por el sufragio igual, directo
y secreto bajo las condiciones del socialismo y de la dictadura del
proletariado.»
Buena
parte de su tercer informe lo dedicó Manuilski a
analizar la razón del fracaso de las insurrecciones proletarias y con más
detalle de la española. Culpaba a los socialistas de lo ocurrido, porque «desde
los primeros días de la revolución, en lugar de afianzar las posiciones del
proletariado las debilitaron». «Su política no fue la de un partido revolucionario,
sino la de un partido que preparaba el triunfo de la contrarrevolución.» «La
Internacional Comunista, en presencia de los hechos, ha de cambiar su táctica,
aun cuando con ello contradiga sus viejos modos.» «Estamos convencidos de que
bajo la presión de las masas un gobierno que haya surgido de un poderoso
movimiento de frente único, puede transformarse en frente popular, que debe
despejar el camino para el triunfo de la dictadura del proletariado. La táctica
puede variar, pero la línea principal de la Internacional Comunista lleva a la
revolución proletaria.» «El derrocamiento del poder de la burguesía y la
instauración de la dictadura del proletariado es lo fundamental del marxismo.»
Como
conclusión, el Congreso declaró que la realización del frente único proletario
era la tarea principal inmediata del movimiento obrero internacional, como
plataforma de lucha para la victoria de la revolución. Para alcanzar esta
finalidad se recomiendan acciones comunes con los partidos socialdemócratas,
sindicatos reformistas y otras organizaciones de trabajadores mediante acuerdos
de breve o larga duración. José Díaz fue nombrado miembro efectivo del Comité
Ejecutivo de la Internacional Comunista, y «La Pasionaria», suplente.
* * * Después
del VII Congreso, los partidos comunistas adoptaron como eje de toda su
actividad la lucha por el Frente Único Proletario y por el Frente Popular
Antifascista. Los acuerdos del Congreso influyeron favorablemente en las
relaciones entre el partido comunista y el socialista: En una carta fechada en
octubre de 1935, dirigida al periódico Claridad, el partido comunista hizo a la
izquierda socialista las siguientes propuestas: 1) Realizar la unidad sindical
mediante el ingreso de la Confederación Nacional de Trabajo Unitaria
(comunista) en la U. G. T. 2) Desarrollar las Alianzas. 3) Crear el Bloque
Popular Antifascista, cuya fuerza dirigente debe ser la clase obrera unida. 4)
Marchar hacia la unidad orgánica de los dos partidos, tomando como base de discusión
las resoluciones del VII Congreso.» Amplios sectores socialistas acogen
favorablemente esas propuestas. «El partido comunista de España, afirma «La
Pasionaria» asumió la realización de esta obra histórica con su política de Frente Popular.»
Calvo
Sotelo tuvo una visión clara de los efectos del Congreso de Moscú. En él se
había acordado constituir en los países capitalistas el frente único
antifascista y que el comunismo fuese su promotor. «Las conclusiones del
Congreso escribía en Acción Española responden a esa directriz, y, por ello, el
comunismo actuará en todo el mundo con sentido completamente distinto del que
le caracterizó antes de ahora. El comunismo no luchará contra los partidos
burgueses por burgueses, sino por fascistas; y puede aliarse con los partidos
antifascistas aunque sean burgueses, mientras hagan antifascismo. De ahí la
nueva topografía electoral y política que se está elaborando en España. Esa
alianza puede abrir en la Historia española una nueva era de catástrofe.»
* * *
Tras el
VII Congreso de la Komintern se celebró en Moscú (7 de octubre) el VI de la
Internacional Juvenil Comunista, en el que también el tema español tuvo
preferencia sobre cualquier otro. Para las recomendaciones y acuerdos
sirvieron los mismos moldes utilizados en el VII Congreso: renuncia a la vieja
táctica, fervor democrático, fusión con las organizaciones socialistas y
antifascismo como ingrediente principal de la unificación y fundamento de la
paz. Uno de los delegados españoles, José Laín, reflejaba sus impresiones del
Congreso Juvenil con estas palabras: «Nosotros los jóvenes socialistas de
España, hace ya algún tiempo que hemos acordado separarnos de un organismo (la
Internacional Socialista Juvenil) que tan mal ha sabido interpretar las necesidades
del momento».
Sin
perder tiempo el partido comunista español dedicó toda su actividad a poner en
práctica las consignas y enseñanzas recibidas en Moscú, encaminadas a la
unificación proletaria. En reuniones y Congresos de Juventudes Socialistas,
especialmente en el de Ruzafa (1 de septiembre) se planteó el tema de la fusión
de juventudes, y obtuvo la adhesión de la mayoría. Favorece mucho la tendencia
unificadora la publicación de un informe sobre la posición política de la
Comisión Ejecutiva de la Federación Nacional de Juventudes Socialistas,
redactado por su presidente, Carlos Hernández Zancajo. En él se fijan «las
tareas inmediatas que se presentan hoy a los jóvenes socialistas». Después de
criticar los errores del partido socialista durante su participación en el
Gobierno con los republicanos, de afirmar que la estructura de la U. G. T. no responde
a las exigencias de las circunstancias y de acusar de traidores «a los
reformistas Besteiro, Trifón, Saborit, etc.», se hace
responsable a la minoría socialista parlamentaria en gran parte de la derrota
de octubre, por su actitud incoherente y reformista, en contradicción con la
posición revolucionaria del partido. Para los dirigentes de las juventudes
socialistas, las Alianzas Obreras, repudiadas por la C. N. T. y al final
aceptadas por los comunistas, tras de largas vacilaciones, llegan a ser la fórmula
perfecta de la unión proletaria. Eran «el punto de convergencia de todas las
organizaciones obreras dispuestas a participar en la lucha armada». «Sus
esfuerzos se dedicaron exclusivamente a la constitución de la organización
revolucionaria; desde los cuadros armados hasta los Cuerpos de Sanidad y
Abastecimiento, todo fue escrupulosamente controlado. Sus esfuerzos económicos
y materiales se redujeron por entero a la preparación armada del proletariado.»
Fundándose en los resultados de las Alianzas Obreras «allí donde se las ha
sabido usar», el informe recomienda: «Nuestra organización militar ha de ser
clandestina; ha de tener un trabajo especialísimo y de gran heroicidad. Nuestro
ejército rojo, conforme crezca a costa del socavamiento de la fuerza represiva
del Estado, ha de ser dirigido por la organización insurreccional. Por
consiguiente, al margen de los Sindicatos y de los cuadros políticos,
precisamos órganos específicos de lucha... Con una organización sindical y un
solo partido revolucionario, necesitamos también los órganos insurreccionales
que preparen y realicen la insurrección». Se asigna a las juventudes
socialistas la tarea de depurar al partido mediante la eliminación de aquellos
reformistas dirigentes «que no han defendido ni defienden una posición
claramente revolucionaria». «Nuestro objetivo —se declara en el informe— no es
sólo la revolución española, sino la revolución mundial, la dictadura
proletaria en todos los países». Las conclusiones se resumen de este modo: «La
Federación de Juventudes Socialistas lucharán con denuedo: Por la
bolchevización del partido socialista. (Expulsión del reformismo. Eliminación
del centrismo de los puestos de dirección. Abandono de la II Internacional).
Por la transformación de la estructura del partido en un sentido centralista y
con un aparato ilegal. Por la unificación política del proletariado español en
el partido socialista. Por la propaganda antimilitarista. Por la unificación
del movimiento sindical. (Ingreso de todas las organizaciones autónomas en la
U. G. T. y alianza de ésta con la C. N. T.). Por la derrota de la burguesía y
el triunfo de la revolución bajo la forma de dictadura proletaria. Por la
reconstrucción del movimiento obrero internacional sobre la base de la
revolución rusa. Las Juventudes Socialistas consideran como jefe iniciador de
este resurgimiento revolucionario al camarada Largo Caballero». La última
parte era una diatriba contra Indalecio Prieto, por su propensión al
caudillaje, a «encadenar al partido socialista a los republicanos de por vida»
y porque «no es marxista y siempre ha sentido un desprecio absoluto por
nuestras doctrinas».
El
informe prueba cuán bien dispuesta se hallaba la Juventud Socialista a secundar
los acuerdos del VII Congreso de Moscú. Los avances hacia la unificación a
partir de entonces serían rápidos y notorios. A una pregunta hecha por
Claridad, el periódico de Largo Caballero, a los dirigentes comunistas sobre
cómo se interpretarían en España las consignas del Congreso de Moscú, respondió
el Comité Central del partido con una extensa explicación (23 de octubre) del
camino a seguir y aceptando la dirección del partido socialista. Por todo
comentario,
Los
comunistas interesados en divulgar las orientaciones y enseñanzas de Moscú
celebraron un mitin en el Coliseo Pardiñas de Madrid
(3 de noviembre). El secretario general del partido refirió con muchos
pormenores la labor del Congreso y sus acuerdos en favor de un bloque popular
antifascista, «que no debe ser creado exclusivamente con finalidades y
funciones electorales, sino que tiene otras tareas muy esenciales que cumplir».
Se trata
de una amplia lucha de masas contra la reacción y el fascismo para poder
destruir su base material e influencia política y abrir ancho cauce a un
régimen democrático en la senda del poder obrero y campesino. «Nosotros, dijo
también, luchamos por la dictadura del proletariado, por los soviets. Lo
declaramos paladinamente. Pero en los momentos actuales comprendemos que la
lucha está planteada no en el terreno de la dictadura del proletariado, sino en
el de la democracia contra el fascismo como objetivo inmediato. Queremos
marchar unidos hasta que lleguemos a fundirnos en un solo partido con la
izquierda del partido socialista y en especial con su máximo dirigente, el
camarada Largo Caballero.» «Como prueba formidable de lo que la unión puede
realizar, terminó, ahí tenéis a la U. R. S. S., país magnífico, donde el nivel
de vida de los trabajadores es superior a todos los países capitalistas y donde
la cultura, la ciencia, el arte y el progreso gozan de la máxima estimación.»
Un paso
más, y se llegaba (30 de noviembre) a la unificación sindical. La Confederación
General del Trabajo Unitaria, compuesta por los sindicatos sometidos a la
disciplina comunista, ingresaban en la U. G. T. El número de sindicatos
comunistas era pequeño y su fuerza nada considerable, pero el hecho invitaba a
lanzar las campanas al vuelo.
* * *
Esta
infección bolchevizante del partido alarmaba y sobrecogía a reformistas y
centristas, los cuales maquinaron la manera de desalojar a Largo Caballero de
la presidencia del Comité Nacional del Partido Socialista. El pretexto fue la
aprobación por mayoría de una propuesta: redactada por Prieto en virtud de la
cual la minoría parlamentaria quedaba supeditada a la Comisión Ejecutiva y al
Comité Nacional. Largo Caballero consideró el acuerdo como una infracción grave
del reglamento de la organización, una habilidad de Prieto para que no se
discutieran cuestiones
El
partido socialista comenzaba a resquebrajarse. Dimitieron algunos redactores
del órgano del partido y directivos de organizaciones manipuladas por los
centristas. La masa quería una dirección radical cuanto más extremista mejor.
A Largo
Caballero le halagaban los homenajes con que le distinguieron en el VII
Congreso, en el que se le proclamó líder grato a Moscú. Los comunistas, dice Araquistáin, «necesitaban un testaferro de prestigio en
España, pues en su propio partido no había una figura intelectual, política o
sindical destacada».
Esta
aureola soviética le comprometía y obligaba a avanzar por las sendas eruptivas
del radicalismo. Largo Caballero sin haber aceptado la disciplina de Moscú,
procedía como subordinado de Stalin y agente incondicional del Kremlin. Por
otra parte, ejercían influencia decisiva sobre él Luis Araquistáin,
director del periódico Claridad, Carlos Baraibar y Álvarez del Vayo. El primero
era por entonces un teórico del comunismo y Vayo, su cuñado, agente de Moscú
incrustado en el partido socialista.
Largo
Caballero, en su primera presentación ante el público después de los sucesos de
Octubre y de su paso por la cárcel, proclama su identificación con los
acuerdos del VII Congreso de la Internacional Comunista y con las líneas
fundamentales de la doctrina de Moscú. Señala a las masas socialistas el camino
de la violencia para llegar a la meta deseada de la dictadura del proletariado.
El acto se celebró en el cine Europa (12 de enero, 1935) y el discurso fue
inflamada arenga electoral y orden de movilización para la guerra. «Yo no
estoy, comenzó, arrepentido de nada, absolutamente de nada. Declaro
paladinamente que antes de la República nuestro deber era traer la República;
pero establecido este régimen, nuestro deber es traer el socialismo. Y cuando
hablamos de socialismo, no nos hemos de limitar a hablar de socialismo a secas.
Hay que hablar de socialismo marxista, de socialismo revolucionario. Hay que
ser marxista y serlo con todas sus consecuencias. La República burguesa hay que
transformarla en República socialista. A eso no renunciamos.»
«A nadie
puede sorprender que en la próxima lucha electoral la clase trabajadora vaya en
alianza con los republicanos de izquierda, pero quede bien aclarado aquí que
nosotros no hipotecamos nuestra ideología ni nuestra libertad de acción para
el porvenir. No creo que nadie nos lo exija. Vamos a la lucha en coalición con
los republicanos con un programa que no nos satisface. Pero hay que defenderse
como las circunstancias nos lo permitan. Ahora es necesario ir todos unidos.
Hay que conseguir la amnistía, aunque tengo la convicción de que si las
izquierdas no triunfan en las elecciones, la clase trabajadora sabrá imponer la
concesión de la amnistía, al Gobierno que venga, sea el que sea.»
«Nosotros,
los trabajadores, tenemos una misión que cumplir, y el mejor modo de cumplirla
es por la unificación del proletariado. Hay que lograr la unidad sindical, que
no puede limitarse al panorama nacional, sino también al internacional... Si la
C. N. T. no toma parte en las elecciones, habrá dejado de prestar un gran
servicio a la clase obrera.»
«Tenemos
la obligación de ir decididamente a la lucha. No desmayéis porque en el
programa electoral pactado con fuerzas afines no veáis puntos esenciales...
Después del triunfo, y libres de toda clase de compromisos, tendremos ocasión
de decir que nosotros seguimos nuestro camino sin interrupción, y el logro de
nuestros ideales no lo puede impedir nadie, por mucha fuerza que haya en manos
de la clase capitalista: por muchos cañones, y por muchas ametralladoras y
muchos fusiles que tenga. La clase trabajadora sabrá aprovechar el momento más
oportuno para imponer la victoria marxista.»
La
muchedumbre vibró de entusiasmo revolucionario y vitoreó con frenesí al «Lenin
español», denominación que enorgullecía a Largo Caballero. «Las masas
socialistas, en particular la pujante y numerosísima juventud arrollaba a sus
cuadros directivos y se mostraba resuelta a no aceptar dentro del partido otra
cabeza que aquella que aprobase su entusiasmo revolucionario». Pocos
días después (23 de enero), Largo Caballero declaraba en Linares: «No basta con
decir que se es socialista. Nuestro principal maestro, el fundador del
socialismo científico, para diferenciarse de los socialistas utópicos tuvo que
llamarse comunista... Lo fundamental, la conquista del Poder, no puede hacerse
por la democracia burguesa.»
CAPÍTULO 75FURIOSA PROPAGANDA ELECTORAL
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